La mañana de este viernes, la embajada de México en Quito fue el escenario de un enfrentamiento diplomático de gran magnitud. La policía ecuatoriana, desplegada en un operativo de alta tensión, ingresó a la sede diplomática con el objetivo de capturar al exvicepresidente Jorge Glas, quien se encontraba refugiado en el lugar tras recibir asilo político por parte de México.
El embajador encargado, Roberto Canseco, confirmó la entrada de las fuerzas del orden a la embajada, informando que Glas había sido sustraído del inmueble. El ingreso de las autoridades ecuatorianas se produjo luego de que México concediera asilo político al político socialista, quien enfrenta cargos de corrupción en su país natal.
El operativo, caracterizado por el despliegue de vehículos negros y el cierre de la principal avenida de acceso, fue ejecutado sin previo aviso, rompiendo las puertas de la embajada para acceder a los patios. Canseco expresó su sorpresa ante la acción, subrayando la falta de fundamentos legales para la incursión en la sede diplomática.
La Secretaría de Comunicación de la Presidencia de Ecuador confirmó la detención de Glas, quien había permanecido refugiado en la embajada desde diciembre del año anterior. Ecuador justificó la acción, argumentando que ninguna embajada puede servir como refugio para delincuentes.
La decisión de Ecuador de detener a Glas en la embajada fue respaldada por el gobierno, que consideró que el exvicepresidente había abusado de sus privilegios diplomáticos y buscaba evadir la justicia del país. Esta acción desató una controversia internacional, generando reacciones diversas respecto a la legalidad y ética del procedimiento.
El caso de Jorge Glas y su refugio en la embajada de México no sólo destaca por su dimensión política, sino que también plantea interrogantes sobre el alcance de la inmunidad diplomática y los límites de la persecución judicial transfronteriza.
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